No era ese su color de pelo, ni ese su peinado... pero la textura del cabello me recordaba el suyo.

Conservaba la ilusión; quería que fuera él y no su hermano o bien otra persona. No quería que fuera el Adams... Tan cerca genéticamente y tan lejos aún. Me negaba a aceptarlo.
Cuando subí miraba hacia abajo. Creí que se ocultaba. No era él. Él no se habría ocultado; él ni siquiera habría notado que me subí y que me sente junto a él hasta el momento en que lo saludé. Y aún ahí le habría tomado un par de segundos reconocerme.
Mientras más descubría y confirmaba que no era él ni su hermano, sino que otro, más lo recordaba y más deseaba que se tratara de él. Aunque se hubiera escondido y aunque hubiera cambiado tanto. A más descartarlo, mas lo extrañaba.
Pensando bien las cosas, talvés sí me habría evitado... Talvés sí habría ocultado su rostro y usado esa barba...
La última vez confirmé que se había ido de este planeta: Tomé su mano mas por instinto que por intención; o quizá fue una reacción mutua de viejos tiempos. Tomé su mano y el mundo se vació. Estaba yo. Pero no estaba él. O quizá no supe verlo. Él fue el último en desaparecer, pero no el primero en volver.

Yo lo conocí, pero ya no está. Creí verlo pero no fue así. ¿Uno más que se va? No. Él vive en mi recuerdo y con él me mantengo en pie.
El de la micro no era. Era el reflejo de mi deseo de encontrarlo en todas partes. De volver a verlo sonreir.