Yo, como pasa con la mayoría de lo que hay a mi alrededor, jamás había escuchado hablar de él hasta hace unas semanas.
Sin embargo, me causó curiosidad. No por su forma de morir ni por su corta vida, sino por ser un punto de diferencia en medio de tanta gente igual.
Hoy leí la primera parte del relato (disponible en Vitrina Sur) y me llamó la atención una frase que cito a continuación:
"(...)la poesía no es un dejar libre la emoción, sino una huída de la emoción".
Me pareció cierta.
Siempre me ha gustado la poesía, la considero una excelente forma de expresar y transmitir a nadie y al mundo entero a la vez. Sin embargo, creo que jamás he logrado hacer buena poesía y esta frase encontrada me ha dado una buena razón para aquello.
Y es que yo guardo demasiado para mi goce propio, me quedo con las más exquisitas emociones destructivas que surgen en mi cuerpo para torturarme con ellas cuando la situación lo amerita. Soy egoísta con ellas y no quiero compartirlas con el mundo, permitiéndome el placer de sentir en la intimidad las más putas emociones y los arranques de amargura más grandes y deliciosos en cada uno de mis músculos; en cada una de mis células.
Soy una persona amargada. Todo me parece una carga muy fuerte, me siento incapaz de lograr nada bueno. Siento que mi vida no tiene motivo y a pesar de que eso me da la libertad de escoger mi propio destino, me limita la capacidad de ser feliz. Siento que no lo merezco y eso, a veces, me hace feliz como irónicamente.
Simplemente soy demasiado narcisista para contarle al mundo que muero por dentro, que cada día de mi existencia es una completa agonía (como dijo el principe-rana de Bart Simpson).
Es un honor que sólo guardo para mi.
Enrique tuvo suerte, la generosidad de expresarse es invaluable.
Lo mejor en poesía que tengo es de-mimbre. Esto parece ser un re-try: dejemos que Finlandia sea mi musa.