... desde que tomamos posesión de la casa. Nuestra casa.
Hace exactamente un mes firmamos el contrato de la venta y, un día antes de eso, el contrato donde empeñamos nuestra alma y pulmón y medio al banco por unos millones de coronas a pagar en un plazo de media vida. Todo pasó tan rápido entre que vimos la casa y que nos entregaron las llaves que ahora me parece un suspiro.
Cuando vinimos a recibir las llaves de parte de los antiguos dueños (en la mañana), ya traíamos cosas en el maletero para "marcar territorio". La cafetera, el microondas (recién comprado), las cortinas y un par de tarros de pintura. Luego volvimos al trabajo, pasamos a buscar más cosas y volvimos a nuestra casa. Dormimos aquí desde la primera noche, con la correspondiente cena de pizza comida a la japonesa.
Habían pasado apenas 16 días desde que los antiguos dueños dieron el sí a nuestro precio, pero habíamos imaginado tantas distintas formas de hacer la mudanza lo más efectivamente posible que fue como si lo hubiéramos planeado con meses de anticipación.
El sábado 25 de Enero fuimos a una tienda de segunda selección a elegir los muebles que mi suegra nos había ofrecido.
Salimos de ahí con el recibo por un sillón inmenso (calculando al ojímetro que cabía en el living, que en esa fecha sólo había visto una vez) y un comedor de seis sillas. Ambos fueron amor a primera vista.
El 1 de Febrero, mientras yo pintaba la segunda capa de la única habitación que habíamos decidido que lo necesitaba (la primera capa la hicimos la primera noche), Steffen y su hermano recogieron mi sillón y mi comedor. Ambos son pesadísimos (sobre todo la mesa, de madera real, como las antiguas) y fueron un calvario entrar a la casa, pero no lamento nada (total yo no me llevé la peor parte del traslado jejeje).
El sillón cupo apenas en el living, dejándonos poco más de medio metro de espacio para pasar por el lado, pero, repito, no me arrepiento de nada!! Lo seguiré disfrutando como es mientras seamos sólo adultos transitando por esta casa y cuando ya no sea así, bueno, ahí se verá.
Lo más esencial lo logramos traer durante ese mismo fin de semana.
El martes siguiente llegó nuestra cama nueva (que Steffen trajo junto con mi suegro). Los días anteriores dormimos: el primer día en un ¿sobrecolchón? de unos 7 cm de espesor que usábamos sobre la cama antigua para darle más firmeza (la vieja cama de Steffen que usamos en el departamento era como 20000 años de vieja y parecía cualquier cosa de lo blanda; parece que el primer dueño fue Abraham) y las dos noches siguientes en el sillón nuevo. La llegada de la cama fue muy apreciada, aunque también la compramos un poco grande y el sobrecolchón queda corto, pero a quién le importa.
Durante las dos semanas siguientes trajimos entre dos y cuatro cajas con cosas por día si y día no y el viernes pasado dimos por finalizada la mudanza aunque hay algunos libros de Steffen que siguen en el departamento porque falta comprar un librero para ellos (compramos uno extra pero no alcanzó!)
Vivir acá es... maravilloso.
A pesar de que la distancia entre Stavanger y el viejo departamento es linealmente mucho menor que la distancia entre Stavanger y el pueblo en que vivimos ahora, no nos significa más que 10-15 minutos extra de viaje, a veces incluso menos. En las mañanas suele haber un poco de tráfico pesado o congestión, pero nada alarmante. Amo el paisaje del camino, amo la vista desde nuestra casa, amo despertar e irme a dormir acá, amo relajarnos en nuestro sillón monstruoso del cual ocupamos apenas una esquina, bien juntos y acurrucados mientras vemos algo en Netflix.
Hay veces en que aún se me cambia el lado de los interruptores de luz, o que se me confunde cuál interruptor prende cuál luz en la cocina, y todavía tenemos que mirar qué basurero sacan los vecinos para estar 100% seguros de cuál sacar nosotros (a pesar de haber leído el papel que lo indica), pero todos esos momentos no hacen más que fascinarme con lo nuevo, con lo maravilloso que es por fin tener mi casa... mi casa.
Hace exactamente un mes firmamos el contrato de la venta y, un día antes de eso, el contrato donde empeñamos nuestra alma y pulmón y medio al banco por unos millones de coronas a pagar en un plazo de media vida. Todo pasó tan rápido entre que vimos la casa y que nos entregaron las llaves que ahora me parece un suspiro.
Cuando vinimos a recibir las llaves de parte de los antiguos dueños (en la mañana), ya traíamos cosas en el maletero para "marcar territorio". La cafetera, el microondas (recién comprado), las cortinas y un par de tarros de pintura. Luego volvimos al trabajo, pasamos a buscar más cosas y volvimos a nuestra casa. Dormimos aquí desde la primera noche, con la correspondiente cena de pizza comida a la japonesa.
Habían pasado apenas 16 días desde que los antiguos dueños dieron el sí a nuestro precio, pero habíamos imaginado tantas distintas formas de hacer la mudanza lo más efectivamente posible que fue como si lo hubiéramos planeado con meses de anticipación.
El sábado 25 de Enero fuimos a una tienda de segunda selección a elegir los muebles que mi suegra nos había ofrecido.
Mi comedor hermoso. |
El 1 de Febrero, mientras yo pintaba la segunda capa de la única habitación que habíamos decidido que lo necesitaba (la primera capa la hicimos la primera noche), Steffen y su hermano recogieron mi sillón y mi comedor. Ambos son pesadísimos (sobre todo la mesa, de madera real, como las antiguas) y fueron un calvario entrar a la casa, pero no lamento nada (total yo no me llevé la peor parte del traslado jejeje).
El sillón cupo apenas en el living, dejándonos poco más de medio metro de espacio para pasar por el lado, pero, repito, no me arrepiento de nada!! Lo seguiré disfrutando como es mientras seamos sólo adultos transitando por esta casa y cuando ya no sea así, bueno, ahí se verá.
Lo más esencial lo logramos traer durante ese mismo fin de semana.
El martes siguiente llegó nuestra cama nueva (que Steffen trajo junto con mi suegro). Los días anteriores dormimos: el primer día en un ¿sobrecolchón? de unos 7 cm de espesor que usábamos sobre la cama antigua para darle más firmeza (la vieja cama de Steffen que usamos en el departamento era como 20000 años de vieja y parecía cualquier cosa de lo blanda; parece que el primer dueño fue Abraham) y las dos noches siguientes en el sillón nuevo. La llegada de la cama fue muy apreciada, aunque también la compramos un poco grande y el sobrecolchón queda corto, pero a quién le importa.
Durante las dos semanas siguientes trajimos entre dos y cuatro cajas con cosas por día si y día no y el viernes pasado dimos por finalizada la mudanza aunque hay algunos libros de Steffen que siguen en el departamento porque falta comprar un librero para ellos (compramos uno extra pero no alcanzó!)
19 de Febrero, nuestro patio nevado. |
A pesar de que la distancia entre Stavanger y el viejo departamento es linealmente mucho menor que la distancia entre Stavanger y el pueblo en que vivimos ahora, no nos significa más que 10-15 minutos extra de viaje, a veces incluso menos. En las mañanas suele haber un poco de tráfico pesado o congestión, pero nada alarmante. Amo el paisaje del camino, amo la vista desde nuestra casa, amo despertar e irme a dormir acá, amo relajarnos en nuestro sillón monstruoso del cual ocupamos apenas una esquina, bien juntos y acurrucados mientras vemos algo en Netflix.
Hay veces en que aún se me cambia el lado de los interruptores de luz, o que se me confunde cuál interruptor prende cuál luz en la cocina, y todavía tenemos que mirar qué basurero sacan los vecinos para estar 100% seguros de cuál sacar nosotros (a pesar de haber leído el papel que lo indica), pero todos esos momentos no hacen más que fascinarme con lo nuevo, con lo maravilloso que es por fin tener mi casa... mi casa.
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