Cuatro meses desde que nos vimos por primera vez, mi niño. Cuatro meses de aprendizaje mutuo, de algunas lágrimas juntos, de errores que poco a poco voy mejorando. Cuatro meses de amarte con locura, de aprender cada detalle de tu cuerpo chiquitito, de ver cómo creces a pasos agigantados, de maravillarme con la naturaleza que ha permitido a mi cuerpo recibirte, acunarte, darte a luz y nutrirte desde mayo del año pasado y hasta la fecha.
Es increíble lo maravilloso que eres. Es increíble poder alimentarte de mi cuerpo, poder amamantar y ver cómo eso es suficiente para que crezcas sano y fuerte. Me siento, soy, afortunada de tener la cantidad de leche que tengo, aunque al principio me asustaba no tener control sobre lo que parecía cascadas de líquido blanco. Soy una afortunada, una bendecida por poder hacerlo por ti.
Eres un bebé muy tranquilo, lloras muy poquito, generalmente no más que un pequeño llantito cuando me demoro mucho en sacar la teta para que tomes (más de 20 segundos, que tranquilo y todo eres bien impaciente), y por lo mismo aún tengo grabado en el corazón el llanto desgarrador de cuando recibiste tus primeras vacunas. Me encantaría quitarte ese dolor, mi niño, tanto el pasado como el que vendrá, pero ya comprenderás que es mucho mejor un par de pinchazos cada cierto tiempo, que el riesgo de que te me enfermes.
Siento que hay una especie de magnetismo entre nosotros. Una fuerza, un lazo, una conexión, una energía. Es difícil describir, pero es que siento que tu cuerpito pequeño pertenece en mi pecho. Esa sensación la conecto con el concepto de la exterogestación, de que aún fuera de mi útero, tú y yo seguimos conectados y dependientes uno del otro. Sí, yo también dependo de ti, de tus sonrisas, de tus caricias, del sonido de tu respiración cuando duermes sobre mí… en general de tu existencia.
Siendo extremadamente subjetiva, eres el bebé más lindo que ha llegado a este mundo. Siento objetiva también opino lo mismo, y tu padre está de acuerdo. Tu sonrisa… aún no te ríes a carcajadas, pero tu sonrisa es tan maravillosa que ni hacen falta sonidos. Creo que eres un bebé feliz. Así te llamo a veces y sueles responderme con una sonrisa aún más grande, así que creo que sí, que eres feliz. Ya te he dicho muchas veces que esa es mi meta para ti; que lleves una vida que, ante todo, te haga feliz.
Esto de la maternidad se me ha dado mucho más fácil de lo que imaginaba. Por supuesto ayuda que tú seas como eres, y aunque aún me siento débil físicamente, mi espíritu va en alza día a día; porque diariamente trato de ser una mejor mamá para ti. Sé que no todo es perfecto; sobre todo en las mañanas cuando sé que lo que necesitas es que te sobe la espalda y tenga paciencia de tus movimientos bruscos, porque es cuando te atacan los gases y sólo tratas de hacerlos salir, y yo trato y trato de entretenerte con el chupete para poder dormir 5 minutitos más. Créeme que es algo que estoy en proceso de mejorar, pero mis ritmos circadianos son bastante obstinados y cuesta, aunque cada vez un poquito menos.
Duermes toda la noche, mi niño. Te acuestas entre las 20:30 y las 21:15 (rara vez estás despierto después de esa hora, no importa lo intranquilo que hayas estado antes, las 21:15 es tu "barrera") y, aunque a veces te muestras intranquilo alrededor de las 3 am, no es sino hasta las 5 de la mañana (preciso!) cuando pides leche nuevamente.
Te acostumbraste a dormir después de haber tomado leche de ambos pechos. Es la costumbre que más rápido has adquirido; una vez bastó probar y ya no necesitaste nada más. Duermes en tu cuna pegadito a nuestra cama, pero he adquirido la costumbre de dejarte durmiendo con nosotros después de alimentarte a las 5. Tú no lo necesitas, pero es que dormir junto a ti me hace sentirme completa. Eres una parte de mí. Eres lo más maravilloso que ha salido de mí, eres una manifestación viva de todo lo que tu padre significa para mí, y lo que yo significo para él. Pero, mi niño, eres también mucho más que eso.
Quiero acompañarte en cada uno de tus logros, y estoy ansiosa por cada cosa nueva que te espera, del mismo modo que quisiera congelar el tiempo para que siempre quepas en mis brazos… Ya lo dije, pero es que cuando estás en mis brazos me siento completa.
El día de la madre se celebró hace unas semanas en Chile. Realmente no es algo a lo que le vea gran relevancia desde el punto de vista celebrativo, pero debo admitir que se me humedecieron los ojos cuando temprano en la mañana despertaste, enderezaste tu cabecita, me miraste a los ojos y me sonreíste con una sonrisita cerrada de oreja a oreja que no te había visto antes, ni he vuelto a ver. Es el mejor regalo no esperado que me pudiste haber dado en ese día.
Quiero criarte con apego. Eso es lo que trato de hacer, pero día a día debo luchar con mi propio egoísmo, con la burbuja que tiende a cerrarse alrededor de mi cabeza cuando estoy cansada, y por ejemplo, te niegas a dormir una siesta aunque estés aún más cansado que yo. Lucho día a día con mis propios vacíos, con los errores que cometieron mis padres, con los errores que cometieron los padres de tu padre. Es que quiero para ti algo mejor que la mejor de las versiones de nuestras infancias combinadas. Quiero lo mejor para ti, y eso me da fuerzas para querer ser cada día una mejor versión de mi misma. Y cuesta, porque no es fácil ser responsable al 100% de un ser humano tan pequeñito, y a veces simplemente no hay más fuerzas físicas y dan ganas de parar 5 minutos y no se puede, y siento que ya no queda nada de mí en este cuerpo que te cambia pañales como hipnotizada, y lamento tanto eso, lamento sentirme aún débil físicamente, lamento flaquear y a veces no tener energías suficientes para hacer todo lo que podríamos hacer, pero a cambio de eso trato de darte todo el amor que pueda, y si hay algo que tengo, que siento por ti, es amor. Y espero nunca darte motivos para dudar cuánto te amo, ni cuan valioso eres para mí.
Gracias, mi niño, por enseñarme, por darme la oportunidad de equivocarme y por querer aprender conmigo. Hemos pasado por momentos difíciles juntos (sobre todo en la parte de lactancia) pero hemos salido victoriosos juntos. Tu padre y yo aprendemos más contigo, cada día, y estamos ansiosos por ver qué más nos enseñarás.
¡Si tuvieras idea, mi amor, cómo quiero descubrir el mundo junto a ti!