No era ese su color de pelo, ni ese su peinado... pero la textura del cabello me recordaba el suyo.
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Conservaba la ilusión; quería que fuera él y no su hermano o bien otra persona. No quería que fuera el Adams... Tan cerca genéticamente y tan lejos aún. Me negaba a aceptarlo.
Cuando subí miraba hacia abajo. Creí que se ocultaba. No era él. Él no se habría ocultado; él ni siquiera habría notado que me subí y que me sente junto a él hasta el momento en que lo saludé. Y aún ahí le habría tomado un par de segundos reconocerme.
Mientras más descubría y confirmaba que no era él ni su hermano, sino que otro, más lo recordaba y más deseaba que se tratara de él. Aunque se hubiera escondido y aunque hubiera cambiado tanto. A más descartarlo, mas lo extrañaba.
Pensando bien las cosas, talvés sí me habría evitado... Talvés sí habría ocultado su rostro y usado esa barba...
La última vez confirmé que se había ido de este planeta: Tomé su mano mas por instinto que por intención; o quizá fue una reacción mutua de viejos tiempos. Tomé su mano y el mundo se vació. Estaba yo. Pero no estaba él. O quizá no supe verlo. Él fue el último en desaparecer, pero no el primero en volver.
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Yo lo conocí, pero ya no está. Creí verlo pero no fue así. ¿Uno más que se va? No. Él vive en mi recuerdo y con él me mantengo en pie.
El de la micro no era. Era el reflejo de mi deseo de encontrarlo en todas partes. De volver a verlo sonreir.
Sebastián said...
ResponderBorrarAcabo de darme cuenta... luego de leerlo nuevamente, que este cuento es por el Martin!..cierto?... ahi lo de su "hermano la chinita"... cierto???