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lunes, 10 de julio de 2006

You and no other


Vi en sus ojos la misma expresión que tuvieron los mios hace ya casi 3 años, cuando matamos a mi primer hijo...

Estaba frente a mi.

El sudor corría por su frente.

Una gota de sangre aun colgaba de su mano, como dudando si caer o quedarse prendida para siempre de ese cuerpo tan exquisitamente ajeno a toda realidad.

Tenía los ojos oscuros y la piel de un color grisáceo, producto del exceso de alcohol de la noche anterior y del sudor que hoy lo cubría completamente. Por la lucha tenía el pelo enmarañado, los labios rotos y una mancha de sangre en la camisa abierta, que me dejaba ver su torso, también lleno de sudor y sangre.

Su aroma a hombre salvaje me recordaba tiempos pasados, cuando solía visitarme por las noches y, mientras mi marido dormía, ibamos al ático... esa oscura habitación aún hoy tiene el aroma de nuestro adulterio impregnado en las paredes, el piso, las viejas cajas... el aire... el mismo aroma que hoy siento al tenerlo en frente.

Y fue mientras recordaba esto que lo salude con un sencillo movimiento de mano.

y él me mira y simplemente me responde con una sonrisa... su sonrisa... esa sonrisa.

No hizo falta más.

En estos momentos, luego de pasar varias horas en el húmedo ático, duerme junto a mi.





Nuevamente en mi cama al asesino de mis hijos...






al...




padre de mis hijos.

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