[a.k.a. GERMAN TRIP]
Él iba y venía varias veces al año, pero esta partida me pareció diferente. Era diferente. Nunca se iba al anochecer, sino que esperaba hasta el amanecer; cuando yo ya había dormido varias horas sobre su pecho.
Algo había en su mirada que no logré decifrar. Tristeza quizás. Recordé entonces y lo vuelvo a hacer ahora. Recordé la primera vez que me miró. Yo lo tomé por la cintura y sentí en mi mano la perfecta estructura de su espalda. Aún ahora nada me parece tan fascinante como esa primera vez que lo toqué. Él, por su parte, me hacía preguntas vanales mientras tomaba mi pierna. Nunca nadie me tocó como él. Nunca él me volvió a tocar como en aquella ocasión.
Ahora que sé que ha partido para siempre, me cuánto lo quise en realidad. La primera vez que se fue sólo ansiaba verlo nuevamente y nada más movía mi mundo. Pero una vez que volvió no me importó que partiera nuevamente y que fuera y viniera una y otra vez.
Su beso, amargo e infinito, aún deja su dulzor en mi boca y mi corazón, al igual que deja el recuerdo de sus manos un calor especial en mi cuerpo.
Cuando escucho su voz falseada en las múltiples grabaciones que guardo en mi reproductor mp3, vuelvo a escucharlo preguntándome vanalidades, vuelvo a sentir su mano en mi y vuelvo a sentir el temblor que recorría mi cuerpo cuando me miraba de esa forma.
Nunca lo amé como esa vez, nunca me tuvo tan cerca como esa vez, tan verdadera y suya como esa vez. Nunca lo tuve, ni siquiera esa vez.
Ahora se ha ido y me pregunto si en realidad alguna vez estuvo. Por él volví a vivir, por él hice las cosas mejor, por él me cambió el color del rostro y por él tuve fuerzas para seguir. Hoy me pregunto si fué por él o por esa forma que tuvo de mirarme aquella única primera vez.
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