Steffen salió con un compañero de trabajo. Yo tengo la casa entera para mi sola (mi suegro y mi cuñado tampoco están), una copa de vino blanco en la mesa (y una caja de 3 litros más en el refrigerador), arrollados primavera listos para poner en el horno, chocolate oscuro y normal, Internet y un gran debate de si poner Spotify para escuchar música, TED para ver alguna charla interesante, un episodio de The Office para reírme un rato o Miss Bala para sufrir un poco con el magnífico cine mexicano.
Mi plan es relajarme, escribir en el blog, ver alguna cosa y/o hablar con mi familia, si es que están conectados y quizás tomar vino hasta que me de sueño, para luego ir a acostarme y darme vueltas en una cama que de pronto parece demasiado amplia, hasta que el cansancio me gane la partida.
Después, despertaré en la madrugada con la puerta del departamento (que hace años necesita aceite en las bisagras), con Steffen tratando de no hacer ruido y yo diciéndole que no hace falta, que ya estoy despierta y que simplemente se venga a la cama, que lo echo de menos y quiero abrazarlo. Estará probablemente helado como piedra (como dice mi mamá) y al primer contacto me dolerá el estómago, pero después lo abrazaré con fuerza como para estar segura de que de verdad llegó bien, que de verdad volvió a mi lado y él me dirá ya medio dormido que estoy calentita y nos dormiremos juntos, yo por fin descansando ya que esta será otra noche maravillosa y afortunada donde, aunque no lo parecía, nuevamente dormiremos juntos.
Hay días (como hoy) en que me da terror que Steffen salga. Me da miedo que no vuelva, o peor, que vuelva convertido en otra persona. Pero a pesar de mis miedos y a pesar de que me encantaría también tener un panorama afuera, hay algo que me encanta de cuando me quedo sola en casa los fines de semana y es el cambio de rutina, es lo profundo que van mis pensamientos cuando tengo su ausencia tan latente, es el poner la música fuerte en medio de la noche, es el sentir la cama demasiado amplia, es el sentirlo llegar en medio de la noche, helado y cansado y diciéndome que me ama y que me extrañó mucho y sentirlo mío, y sentir que mi vida es mía, que este sueño no siempre es perfecto, pero eso es precisamente lo que lo hace perfecto: que es real.
Mi plan es relajarme, escribir en el blog, ver alguna cosa y/o hablar con mi familia, si es que están conectados y quizás tomar vino hasta que me de sueño, para luego ir a acostarme y darme vueltas en una cama que de pronto parece demasiado amplia, hasta que el cansancio me gane la partida.
Después, despertaré en la madrugada con la puerta del departamento (que hace años necesita aceite en las bisagras), con Steffen tratando de no hacer ruido y yo diciéndole que no hace falta, que ya estoy despierta y que simplemente se venga a la cama, que lo echo de menos y quiero abrazarlo. Estará probablemente helado como piedra (como dice mi mamá) y al primer contacto me dolerá el estómago, pero después lo abrazaré con fuerza como para estar segura de que de verdad llegó bien, que de verdad volvió a mi lado y él me dirá ya medio dormido que estoy calentita y nos dormiremos juntos, yo por fin descansando ya que esta será otra noche maravillosa y afortunada donde, aunque no lo parecía, nuevamente dormiremos juntos.
Hay días (como hoy) en que me da terror que Steffen salga. Me da miedo que no vuelva, o peor, que vuelva convertido en otra persona. Pero a pesar de mis miedos y a pesar de que me encantaría también tener un panorama afuera, hay algo que me encanta de cuando me quedo sola en casa los fines de semana y es el cambio de rutina, es lo profundo que van mis pensamientos cuando tengo su ausencia tan latente, es el poner la música fuerte en medio de la noche, es el sentir la cama demasiado amplia, es el sentirlo llegar en medio de la noche, helado y cansado y diciéndome que me ama y que me extrañó mucho y sentirlo mío, y sentir que mi vida es mía, que este sueño no siempre es perfecto, pero eso es precisamente lo que lo hace perfecto: que es real.
Un pequeñísimo paréntesis no está nada mal pero uno se llena de temores.
ResponderBorrarSin embargo hay que conceder espacios para que la relación no se asfixie