Era curioso, él había soñado que conocería a una mujer como ella. La encontró fuera del hospital, llorando en silencio. Como por inercia se sentó junto a ella, sin saber muy bien por qué. Ella lo notó y se secó las lágrimas, como para distraerlo mientras sujetaba con más fuerza su cartera. Si la asaltaban, su mala suerte sólo coronaría el día.
Él no se disponía a hablarle, pero así como se sentó sin pensarlo, las palabras surgieron de él como sin saber.
Él se mostró amable y ella lo agradeció. Se lamentó por dentro el haberlo juzgado, pero mantuvo firme la cartera, porque era mujer de intuiciones.
Conversaron brevemente cosas triviales. al despedirse, se dieron cuenta de que tomaban la misma micro y que ambos pidieron ser llevados por menos.
Ella no se quiso sentar pues el hombre seguía siendo un desconocido y ella seguía siendo una adolescente.
Él, notando su incomodidad, se bajó de la micro antes de lo debido para no levantar sospechas. Al rato, se bajó ella.
Desde que se despidieron , cuando él tocó el timbre en la puerta trasera del bus, ambos se olvidaron mutuamente.
Sin embargo, al cabo de unas semanas se encontraron nuevamente de camino al hospital.
Él iba a visitar a su mujer y ella a retirar exámenes, se dijeron uno al otro luego de saludarse.
Al llegar a su parada, él le ofreció la mano para bajar y ella le agradeció la cursilería con humor.
Caminaron juntos hasta la sala de esperas y ahí se separaron. Él se dirigió a Oncología y ella a Maternidad.
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